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Dia 1: Madrid - Bèziers

Bueno, al final pasé bastante de ir escribiendo este blog día a día como había planeado. El problema no fue la falta de cybercafés ni de fluído electrico en las ciudades alemanas sino más bien vaguería. Pero, como resulta un rollo andar contando todo una y otra vez, he decidido escribir las impresiones del viaje a posteriori. asi puedo saborear las experiencias casi tanto como aquel trozo de chucrut que ayer mismo aún pude encontrar entre mis molares al urgar con afán entre ellos.

Hacer un viaje por Europa en coche viviendo en España tiene un serio problema. Madrid esta en el culo del continente por lo que si uno desea atravesar los Pirineos y abandonar la Península tiene contadas opciones. O tira por la carretera de La Coruña o por la de Barcelona y las dos van a parar al mismo sitio: Francia. Francia puede ser un aliciente o un via crucis para cualquier viaje. En Francia nos queman los camiones de fruta, los franceses van dando cabezazos a la gente y las francesas no se depilan el sobaco (como se puede comprobar en cuaquier caseta de peaje de autopista cuando la Dominique o la Marie-Chantal de turno te alarga con una sonrisa diabólica el tiquet de pago).

Las autopistas francesas son caras pero podríaan ser peores claro, podrían ser como las españolas. El trayecto entre Zaragoza y Lerida cuesta como 18 euros y puede que sea la carretera con menos alicientes del planeta incluyendo en esa relacion trayecto Vladivostok-Arkangelsk y la circunvalacion de Helsinki. La autopista catalano-aragonesa atraviesa un erial que hace que el Gobi parezca el escenario de La casa de la Pradera. No hay nada que ver en ese tramo de un centenar largo de kilómetros. Ni un alma, ni un pueblo, ni un paisaje medianamente evocador, nada. El puto erial de los Monegros en todas las direcciones. Y la autopista se ha contagiado del aburimiento del paisaje. Las (escasas) areas de servicio consisten en una gasolinera mugrosa y un bar en donde te clavan por un misero bocadillo de chorizo de Pamplona y una botella de agua.

¡Que diferencia con las autopistas francesas! Porque vale que te clavan 35 euracos por un trayecto entre el Poitou Charentes y el Languedoc Rousillon (quizas es que se pague por la aristocrática sonoridad de los destinos) pero al menos las areas de descanso tienen de todo: tiendas de productos regionales, oficinas de informacion turística fuertemente chauvinista, juegos para niños, duchas gratuítas, areas de picnic arboladas, prostíbulos para clientes abonados a la autopista (este ultimo extremo no lo pude comporbar porque no tenía tarjeta de fidelización de las Autorroutes du Sud de France).

En la autopista de los Monegros el único aliciente, anunciado machaconamente, es que se atraviesa el meridiano de Greenwich (cosa que, por otro lado se pude hacer gratuitamente en otros ochocientos puntos de la Península) . La cosa es curiosa pues tú estas a punto de fenecer de aburrimiento mirando el enésimo matojo del secarral cuando, de repente, ves un cartel que avisa que a 15 kilometros se atraviesa el Meridiano, luego hay un cartel para los 10 km, para los 5 km, para los 2 km, para los 2000 m, los 1000 y los 500. Y asi, en lontananza, distingues un arco esmirriado que va de lado a lado de la carretera y piensas que vas ser como una experiencia extrasensorial, como esas nieblas ectoplásmicas del programa del Iker Jiménez, que vas a atravesar el arco y vas, si no a aparecer en otra dimensión espacio-temporal, si, al menos, a avanzar unos cuantos kilometros y a aparecer en Igualada por lo menos. Pero no, uno pasa debajo del arco y no pasa absolutamente nada. Se escuchó un efecto de sonido según lo atravesamos pero, para que engañarnos, lo hice yo con la boca para parecer que hacíamos algo trascendental.



En fin, que atravesar España es algo muy aburrido por lo que el único aliciente del primer dia fue llegar a ese Las Vegas gualtrapa que es La Junquera. Un lugar en que hay más gasolineras que habitantes. Gasolineras ellas todas llenas de franceses que han apurado el depósito hasta la extenuación para poderse ahorrar unos centimos y de españoles repostando por última vez combustible a precio simplemente abusivo y no directamente de robo como ocurre más allá de la frontera. Una vez en Francia, la primera gasolinera debe de estar como a 50 kilómetros, con lo que se constata que La Junquera ha traído la ruina al honrado gremio de gasolineros fronterizos galos.

En La Junquera también hay muchos supermercados donde uno disfruta viendo lo que compran los franceses al regreso de sus vacaciones en la Costa Brava: alcohol -incluyendo ese brebaje llamado pastis-, tabaco, gominolas, chorizos, pegatinas del toro de Osborne, camisetas de Bisbal o incluso ¡paelleras!. No quisiera ser yo ese señor allá en Normandia al que su vecino le invita a una 'sabrosa paella' tal y como vió hacer en un chiringuito de Tossa de Mar.

Dormimos en Beziers, pero a las afueras asi que no se ni como es la ciudad. Cenamos malamente y encima medio pronto para irnos adaptando al inhumano horario de comidas europeo.

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